Colombia: El exitoso negocio de Mensajeros Urbanos en el país
En octubre de 2012, mientras el país estaba paralizado por cuenta del partido de fútbol Colombia-Paraguay en Barranquilla, correspondiente a las Eliminatorias para el Mundial Brasil 2014; el cofundador de Mensajeros Urbanos, Rafael Socarrás, y algunos de sus más cercanos amigos llegaban a esa ciudad luego de varias horas de viaje en carro desde Bogotá.
“¿Ustedes vienen al partido o al festival de música?”, les preguntó un policía a los ocupantes del vehículo luego de detenerlos en un retén de control. “No señor, nosotros vamos para un evento de emprendimiento”, contestó Socarrás. “¡Ah! ok, entonces sigan”, respondió atónito el agente del orden que no entendía cómo un grupo de jóvenes no tenía ni plan de fútbol ni plan de fiesta en Curramba.
Un año después de esa divertida anécdota, este joven ingeniero guajiro ganaba junto a otros 4 socios una exhibición de proyectos de emprendimiento organizado por la Universidad de los Andes (Startup Weekend). A los jurados les gustó tanto la idea de crear una plataforma en línea para ofrecer servicios de mensajería, que le pidieron al grupo iniciar cuanto antes el negocio.
“Ese evento –que incluyó una presentación (elevator pitch) de 30 segundos– se llevó a cabo un viernes. Y ya para el lunes siguiente teníamos la aplicación lista. Fue algo maratónico. También recuerdo que el arranque de la operación fue algo muy difícil, porque los empresarios no suelen confiar en los emprendimientos, les cuesta mucho soltar a un grupo de muchachos la operación logística de sus empresas”, cuenta Socarrás, quien estudió ingeniería de telecomunicaciones, pero cuya principal afición es el diseño de software.
Ese fue un momento clave en la historia de Mensajeros Urbanos como empresa. Primero, porque los jóvenes empresarios se lanzaron al ruedo aun cuando no tenían toda la logística lista y, segundo, porque nunca dejaron de creer en el éxito que iba a tener la compañía. “Los primeros días nosotros mismos hacíamos las vueltas de mensajería, no teníamos a nadie más. Lo que nos impulsaba era que queríamos demostrar que a través de una plataforma tecnológica la gente podía pedir cualquier servicio de mensajería, ese era nuestro foco principal”, comenta.
Pero a pesar de las dificultades iniciales para encontrar clientes, la idea de proveer servicios de mensajería a bajo costo y en corto tiempo, era tan buena que hizo que el negocio creciera exponencialmente.
En la actualidad esta empresa tiene la operación logística de las 6 cadenas de farmacias más grandes del país, de la mayoría de restaurantes –desde McDonald’s hasta Charlie’s; así como las entregas de las compras que se hacen en la página web de Falabella. “También acabamos de cerrar negocio para la distribución con el Éxito”, comenta con orgullo Socarrás.
En los últimos años el negocio se ha acelerado, a tal punto que pasó de no tener mensajeros en su arranque de abril de 2013, a completar a finales del año pasado un ‘ejército’ de 12.000 motociclistas activos. Aunque solo unos 2.500 realizan cada día servicios, pues se trata de un formato parecido a Uber, donde los prestadores del servicio trabajan cuando quieren y no hacen parte de la nómina de la empresa.
Socarrás también explica que los mensajeros de la compañía pueden llegar a ganar hasta $3 millones al mes, dependiendo del número de servicios. De la tarifa que liquida la aplicación por cada entrega, el mensajero se queda con entre 78% y 85%.
“Algunos están estudiando en la universidad o tienen trabajos de medio tiempo que complementan muy bien con las entregas de Mensajeros Urbanos”, explica este ingeniero. En cinco años de operación, la empresa superó los 5 millones de servicios en 6 ciudades del país. En 2016 la firma aumentó 800% sus ventas, mientras que el año pasado la variación fue de 350%; la facturación crece a una tasa de 5% al mes, indicadores que pocas compañías pueden mostrar hoy.
Los planes
Mensajeros Urbanos tuvo su primer impulso gracias al apoyo de la aceleradora de startups digitales Wayra. Luego el negocio creció tan rápido que atrajo el interés de fondos extranjeros. En ese momento el conglomerado internacional de delivery o entrega de paquetes, Movile, compra una parte importante de la compañía. “A veces es mejor ser cabeza de ratón que cola de león”, comenta el empresario, que mantiene una participación minoritaria.
Ese nuevo músculo financiero le permite a la empresa iniciar su proceso de expansión internacional al comprar una empresa del sector en México.
“Ahora queremos entrar a Argentina, Perú, Ecuador y Panamá. Estamos viendo si operamos directamente con la marca Mensajeros Urbanos o compramos una empresa, como hicimos en México”, dijo Socarrás.
Esta fase de crecimiento no descuida el mercado local. La compañía no solo tiene previsto llegar a más regiones de Colombia, también empezará a ofrecer un servicio de entrega de paquetes entre ciudades del país en menos de 6 horas. “Estamos cerrando un acuerdo con una importante aerolínea para llevar en las barrigas de los aviones este tipo de paquetes. Algunas de estas aeronaves van con ese espacio vacío y queremos aprovechar esa oportunidad”, dijo el ingeniero, quien agregó que también hay planes para entrar al competido negocio de los giros de dinero.
Mientras el negocio va a toda marcha, Rafael Socarrás ya está pensando en su próxima empresa. Una aplicación que se llama Pleizt (una combinación entre inglés y alemán) y que busca eliminar las filas en todo tipo de comercios, desde restaurantes, hasta entidades oficiales.
“Si usted va a una oficina de la Dian, la aplicación le dice qué sede tiene menos turnos y cuánto tiempo tardará en llegar. Será como un Waze pero de turnos”, dijo el empresario.
Está claro que los emprendedores colombianos solo requieren de un empujón para materializar los sueños y proyectos. Es necesario mejorar, no solo la cultura para la compra de productos y bienes, también de servicios.
“Colombia está en pleno auge del comercio electrónico, pero falta camino por recorrer.
El acceso a internet debe ser masivo y considerado un servicio esencial. La gente le sigue teniendo miedo a pagar con tarjeta de crédito, pero es más por un tema cultural y por eso hay que avanzar en educación financiera”, aseguró el empresario.
Por estos días debe haber otro emprendedor como Rafael pensando más en su proyecto que en el próximo partido de la Selección. Ánimo.